Hace días que se aprecia como los rayos del sol se dejan caer más perpendiculares y más cálidos sobre nuestras montañas acelerando el deshielo y alimentando de ésta manera un sin fin de torrentereas. Torretenteras que contribuyen a que los ríos recobren el mantrico cantar del agua y la espuma jugando con las piedras. En los valles se aprecia como, diariamente, nuevas flores y nuevos colores comienzan a pintar el lienzo, cada vez más policromático, de nuestras praderías. Después de un invierno especialmene severo parece que nuestro cuerpo y mente se dejan llevar en busca de de la calidez de la primavera, por otro lado las altas cumbres aún conservan el magnetismo de la nieve. Es un momento ideal para disfrutar de la nieve sin los rigores del invierno, para recrearnos desde las alturas con un mundo de contrastes: crestas nevadas bajo intensos cielos azules, el gris de la caliza que, iluminada por el sol, poco a poco va ganando terreno a la nieve y valles cada vez más verdes.
Foto: Silvia Castro |
La única condición que nos pone el equinoccio primaveral para aventurarnos en terrenos nevados es: madrugar. En las noches despejadas las bajas temperaturas aún logran mantener la nieve helada, sobre manera en las caras norte. No obstante al medio día el sol logra transformar esa nieve haciendo la progresión un tanto tediosa. Bajo ésta premisa suena el despertador y al asomarte al balcón en el firmamento aún tintinean tenuemente las ultimas estrellas que auguran un día especial. En la montaña madrugar suele ser sinónimo de seguridad y además te permite disfrutar de espectáculos como el que nos encontramos en el Jitu Escarandi mientras nos organizábamos los últimos detalles antes de comenzar la actividad.
Ya hemos cumplido con una parte muy importante de los deberes del día. Con lo que hemos madrugado podemos iniciar la marcha sin prisa, con la tarnquilidad de tener todo el día por delante para disfrutar con los cinco sentidos de todo lo que nos aguarda.
Pese a haber sido una noche totalmente despejada parece no haber helado excesivamente lo que nos permite iniciar la marcha sin crampones, ayudados por la marcada huella abierta en toda la pista camino del Casetón de Andara.
Sin embargo a la altura del Casetón las condiciones de la alta montaña se hacen notar y decidimos encarar la empinada y sombría rampa que nos llevará al Collado Trasmacondiú con los crampones puestos.
Cruzamos las Vegas de Andara donde décadas atrás se asentaba una de las muchas explotaciones mineras de los Picos de Europa. La Sociedad Minera La Providencia explotó éstas montañas hasta 1931 en busca, principalmente, de blenda acaramelada y calamina de la que se obtenía cinc. La valía de éstos minerales en absoluto podría ser comparada con lo riguroso de las condiciones de vida de aquellas gentes que se veían abocados a ganarse la vida en éstas montañas en busca del mineral atrapado entre las grietas de roca caliza. Hoy día como recuerdo de aquella actividad quedan cicatrices en forma de pistas, bocaminas y apenas los cimientos de la mayoría de los barracones construidos por las distintas compañias mineras.
Foto: Silvia Castro |
Ahora es la Rasa la Inagotable la que centra nuestra atención
Foto Silvia Castro |
La pala que asciende al Samelar es bastante empinada y en ocasiones tenemos que abrir huella.
Foto: Silvia Castro |
Foto: Silvia Castro |
El paisaje, las fotografías y sobremanera la conversación hacen que ganemos altura sin casi darnos cuenta.
Foto: Silvia Castro |
Nos quedan los últimos metros para llegar a la cumbre del Sagrado Corazón:
Foto: Silvia Castro. |
Al norte vemos como la Sierra del Cuera hace de barrera a los vientos del norte.
Y finalmente la cumbre...
Foto: Silvia Castro |
Foto: Silvia Castro |
Disfrutamos de la cumbre todo el tiempo que queremos mientras nos felicitamos por la actividad que estamos haciendo y las extraordinarias condiciones meteorológicas. Decidimos inicial el descenso para comer en las Vegas de Andara donde la protección del fondo del valle haga aún más placentera la comida.
Foto: Silvia Castro |
Macondíu vuelve a ser el centro de nuestras miradas.
Foto: Silvia Castro |
Foto: Silvia Castro |
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